30.9.09

Néctar y acíbar

La modista venía a coser a casa. Se llamaba Paquita y decía palabras raras: hilván, holgura, pernera, sisa, dobladillo, pespunte… Mientras cosía, me contaba cuentos. Unos inventados y otros vividos. Entre los reales, lo que le pasó con la avispa.

Estaba dentro de una uva. Al coger la uva de la parra e ir a masticarla, la avispa le picó. La lengua se le inflamó terriblemente. No pudo comer en varios días. Decía “me duele al recordarlo”.

Yo tenía cuatro años y su relato me impresionó mucho más que cualquiera de los cuentos.

Desde entonces sueño con avispas. No sé si varias o la misma. Rayas negras y amarillas. He oído que, al contrario que las abejas, las avispas no mueren después de picar.

Justo antes del dolor me despierto (también es buena suerte). Suele ser madrugada. Entre el silencio, y sin ganas ya de dormir, algo pide ser escrito.

A veces la avispa está semanas sin venir. Entonces deseo que vuelva y -escondida en la uva- me inyecte su veneno, me clave su aguijón.

29.9.09

Así pasó

-No me cuenten ahora el accidente. Este juicio no es por el accidente, sino por la agresión. Señora, tiene usted la palabra.

-Pues es bastante simple. Él bajó del coche y, tras admitir que la culpa del choque había sido suya, me pidió que le perdonara, que en el hospital había tenido una guardia muy difícil y esa noche había muerto una enferma mientras la operaba. Entonces yo le dije: “No me extraña; ya me he dado cuenta de que es usted un manazas”. Y al oírlo, me arreó una bofetada. En ese momento llegó la policía municipal, por lo del accidente. Y han sido ellos los que le han denunciado.

-Sí, ya veo que no hay denuncia de usted.

-Es que no le acuso. Fue un guantazo muy bien dado. Además, yo le hice mucho más daño con mis palabras que él a mí con su bofetón.

-¿Quiere decir que no reclama nada?

-Ya le he dicho que no. Lo hemos arreglado entre nosotros. Una larga conversación, y nos hemos hecho amigos. Así que (con el debido respeto), señor juez, ¿qué pito toca usted en todo esto?

28.9.09

El programa Ulpiano

Se decía que son frases huecas y circulares, aforismos vacíos del derecho romano: Vivir honestamente. No dañar a otro. Dar a cada uno lo suyo. Porque, carajo, vaya forma de definir la justicia: eso obliga a precisar qué es honestidad, dónde acaban los derechos y dónde empieza el daño, qué es lo propio y qué es lo ajeno. Con lo cual estamos como al principio. Creo que las pronunció un tal Ulpiano, hace dieciocho siglos, y se quedó tan pancho.

Pero ahora es distinto porque tenemos redes lógicas que interactúan; nudos de análisis casuístico; motores de inferencia que seleccionan opciones… Y si pueden calcular trigonometría o jugar infaliblemente al ajedrez, ¿por qué no van a producir justicia?

Se opera con los campos “vivir honestamente” - “no dañar a nadie” - “dar a cada cual lo suyo”, y el sistema genera decisiones.

Así que fíjense de lo que nos hemos librado: opiniones, debates, tergiversación dialéctica, egoísmos revestidos de pátina respetable… Por fin la justicia es maquinal y neutra: como el diseño técnico o como el ajedrez.

25.9.09

Que la suerte te acompañe

-Papá, ¿tú estuviste en la guerra?

-¿Te refieres a la guerra civil?

-Sí. Es que hoy han hablado de eso en el colegio.

-Pues sí, por desgracia estuve. Tenía 22 años y me llamaron a filas. Es una suerte que vuestra generación (vamos: tus compañeros y tú) no hayáis tenido que vivir una guerra.

-¿Y mataste gente?

-Pues no sé. Disparar, disparé. Al igual que a mí me disparaban los del otro bando. ¡Qué remedio! Era eso o que te mandaran fusilar. En realidad, me alegré cuando me hirieron en el Jarama. Como estuve cojo varios meses, ya no tuve que volver al frente. Me quedé de ayudante en el hospital al que me llevaron.

-O sea, que en el fondo te vino bien que te hirieran.

-Pues sí, hijo: quizá gracias a eso me salvé.

-Querrás decir “nos salvamos”.

23.9.09

Contigo en la distancia

“Debes amar el tiempo de los intentos”
(J. MARTÍ)


Al atravesar Luisiana (Estados Unidos) el piloto informó “Estamos sobrevolando el río Mississippi”, y tú te tapaste los ojos y eludiste mirar por la ventanilla, porque lo quieres ensoñado, con Finn, con Sawyer, con el fugado Jim, con aquellos barcos de vapor, con su fluir de aventura. En voz baja repetías (recreándote en las íes y consonantes dobles) Mississippi. Y no te arriesgaste a verlo, ni siquiera a mil metros desde el avión, para preservar aquello, por miedo a que no sea como imaginaste y por lealtad al niño que lo descubrió.

22.9.09

Ripios

También él contaba sílabas. Prefería que fueran ocho. Y si no, endecasílabos. Las hilvanaba en estrofas. A veces tenía que morir alguien para que muerto rimara con huerto; o algo debía ser pequeño para rimar con sueño. Admiraba a Lope cuando “un soneto me manda hacer Violante” o “más de ciento en horas veinticuatro”. Y qué audacia la de Rubén: ligar pálida con crisálida.

Hasta que se examinó del carné de conducir.

El caso es que, con el coche de la autoescuela, tras bordear la rotonda se quitaban los intermitentes. Pero el día del examen falló el mecanismo. Y él continuó, sin percatarse. Ante lo cual, el examinador:

-Quite ya el intermitente,
que se equivoca la gente.


En pareados octosílabos rimados en consonante, le suspendió la prueba. “No apto”. Todo un poema.

El suspendido entendió el mensaje, se pasó al verso libre y no volvió a contar sílabas con los dedos.

21.9.09

Ya sé que me engañáis

Los ojos son dos globos con fibras y mucosas. Dentro hay músculos, líquido, nervios, secreción, venas. Es todo cuanto amas cuando amas dos pupilas.

Tu perro no te quiere: es un instinto ancestral, fruto de la simbiosis con humanos. Desde tiempos prehistóricos ayudaban a los hombres a cazar. Éstos, a cambio, les permitían apurar los huesos.

La alegría, la esperanza... son procesos neuronales. Prueba a comer sesos de oveja o de vaca: no te sabrán a sueños.

El cielo no es cielo ni tampoco azul. Son gases atmosféricos que envuelven la geomasa. Ondas electromagnéticas hacen el resto.

El arco iris no existe. Es luz que se refracta: puro subjetivismo.

Fenómenos, reacciones. Física y química (como aquella asignatura en el instituto). Así es todo lo que amas.

Y ahora ya puedes tener los pies en el suelo, afrontar la realidad tal como es.

Pero si no resistes, diles sencillamente: “Sentidos, percepción: ya sé que me engañáis. Sé que estáis confundiéndome, haciendo que ame las cosas que no existen. Pero, aunque nada de lo que amo exista realmente, el amor que yo siento es... real".

18.9.09

Qué sabe nadie

Se ve a sí mismo en el periódico, en la foto que ilustra el reportaje que hoy se publica sobre él. Lo que viene al lado es una parte de su vida:

En los veinte años que lleva en África ha fundado más de cien escuelas. En la primera que creó, él era el único maestro. Después de alfabetizar a unas cuantas decenas de jóvenes, consiguió que una parte de ellos se dedicara a enseñar, a su vez, a otras personas.

También ha fundado un centenar de cooperativas agrícolas, cuyo primer objetivo fue construir canalizaciones para el abastecimiento de agua. Una parte del beneficio se ha destinado siempre a microcréditos para poner en marcha otras cooperativas. La alfabetización de los campesinos ha favorecido el uso de sistemas de cultivo más eficaces, así como la creación de bancos de semillas.

Gracias a su empuje se han construido, asimismo, varios orfanatos y hospitales...
”.

Termina de leer y comprueba que es un resumen incompleto. Porque omite la parte esencial: el día que, veinte años atrás, conducía su coche y otro vehículo le adelantó en raya continua. Le dio rabia y por eso aceleró, no permitió que el otro coche volviera al carril derecho y en la siguiente curva chocó con un camión.

Murieron tres personas: un matrimonio y un niño, los ocupantes del coche que le había adelantado. El conductor del camión resultó herido.

Si él hubiera facilitado el adelantamiento, aquel accidente no habría ocurrido. El coche habría vuelto al carril derecho y no habría chocado con el camión que venía en sentido contrario.

El reportaje omite el hecho trascendental de su vida: el que le movió a dejarlo todo, a venir a África, a sacar fuerzas de flaqueza y a poner en marcha esos proyectos. Omite un dato crucial. Un hecho que sólo él sabe. Un acto irreflexivo pero horriblemente dañino, que duró dos segundos y le cambió por dentro.

17.9.09

Un modelo de gestión

Para concluir este informe de gestión, hemos de referirnos a la profundización democrática operada en nuestra estructura durante el último ejercicio.

La elección de cada jefatura de área mediante sufragio de sus miembros (“un hombre, un voto”) permite no sólo el gobierno democrático del conjunto, sino también de cada una de sus parcelas: narcotráfico, prostitución, corrupción institucional, extorsión y venta de armas.

Las cinco divisiones han elegido, mediante votación secreta y directa, sus propios consejos directivos; y éstos a su vez, investidos de la representatividad que les conceden las bases, han designado al rector máximo de la organización.

Se han armonizado así participación y eficiencia, democracia y resultados. Ésta es la clave de nuestro éxito, materializado en el crecimiento de las cinco áreas de negocio.

Igualmente se ha avanzado en la independencia de nuestro sistema de justicia. Los tribunales han actuado autónomamente, sin injerencias de la jefatura al enjuiciar desviaciones. Esto no ha impedido la ejemplaridad de las decisiones tomadas en aplicación de nuestro código (incluida, en caso necesario, la pena capital). Para el próximo ejercicio parece conveniente incidir en la descentralización. A tal fin se crearán tribunales especiales para desvíos en prostitución y corrupción pública, tal como se hizo para los sectores de armas y narcotráfico.

De entre las agrupaciones que operan extramuros de las leyes (o sea, el denominado “sector hampa”), la nuestra se ha afianzado como la más eficaz y cohesionada, merced a su vertebración democrática. He aquí lo que diferencia una auténtica organización, como la nuestra, de una simple banda de secuaces regida por la arbitrariedad.

En suma: una corporación como la nuestra, con un ámbito de negocio inconciliable con la legalidad exterior, requiere fortalecer su entramado jurídico como presupuesto de perduración.

Y esa solidez únicamente puede proceder de su aprobación por cargos electos, lo que otorga legitimación de origen, garantiza el apoyo de las bases y confiere estabilidad organizativa. De ahí nuestro empeño en potenciar los resortes democráticos.

(Aplausos.)

16.9.09

Estrategias

-Soy yo, cariño. Te llamo entre clase y clase para recordarte que me prepares la maleta. Ya sabes, para mi viaje de mañana.

-No te preocupes, ya he empezado a hacerla.

-Acuérdate de meter el traje a rayas, bien doblado. Y la corbata a juego, la de los pececitos. Ah, y los gemelos dorados. ¿Qué son esos ruidos?

-El pequeño, que se ha despertado. Voy a sacarlo de la cuna. Espera, que cojo el inalámbrico. Ah, es que se le había caído el chupete.

-Pues como te decía, que pongas también los gemelos. Y ya sabes: camisas y ropa interior para tres días. Bueno, te dejo, que tengo que dar otra clase. Hoy volveré tarde: debo terminar la última revisión de la ponencia.

-Entonces ¿no podrás ir a la reunión del cole?

-¿Qué reunión?

-Te lo dije ayer: con el profesor de apoyo, por el problema de Dani con las matemáticas.

-Pues se me había borrado. Pero no, no podré ir. ¿Por qué no llamas a tu madre para que se quede con los niños, y vas tú a la reunión?

-Bueno, lo intentaré. ¿Y de verdad no podrías ir tú?

-Pero, cariño, ya te lo he explicado: tengo que revisar la ponencia. Es un congreso muy importante, sobre “Estrategias Anti-discriminación”.

15.9.09

Mientras morías

Mientras morías, recordé que entre la casa y el tejado estaban las cámaras. Allí había una mesa de ping-pong. Si aparecías, teníamos que impedir que atraparas la bola. Y si la cogías, había que correr para quitártela.

La bola cayó y la cogiste con la boca. Pedrito y yo te perseguimos, pero tú eras más rápida y nos esquivabas. En cuclillas te imitamos
Uau-uau.

Nos contestaste y, al ladrar, la bola se soltó de tus dientes.

La risa nos derribó. Tenía un sabor dulce, un dulzor que se hincaba en el vientre y apenas dejaba tragar aire. Tendidos en el suelo, nos mirabas y ladrabas sin parar.

En la consulta del veterinario, mientras morías, me acordé de eso.

14.9.09

Sin techo

No recuerdo el título de la película, quizá nunca lo supe, pero sí el momento en que la lagartija corre por la pantalla y se para en los labios de la chica. El público rompe a reír.

La lagartija no reaparece pero, si la película aburre, uno puede pensar en ella. ¿Vendrá hoy? También se puede mirar hacia arriba. Hay mil estrellas (años después, apenas unas quince). Una noche cruza un cometa perfecto, igual que el del libro de Naturales.

Las sillas son de anea y, como el pantalón corto apenas cubre las piernas, los muslos se enrojecen. Oigo comentar que en las sillas hay chinches.

La gaseosa de limón no quita la sed, pero combina bien con la sal de las pipas.

Casi al final del Planeta de los Simios el proyector falla. La gente se resigna: "De todas formas, ya iba a acabarse". Tardo mucho en saber que los astronautas habían vuelto a la Tierra.

En otro cine de verano, años más tarde, el matrimonio entra en crisis. Tras los reproches y juicios, míster Kramer va a retirar sus cosas. En el portal, por primera vez desde que se separaron el señor y la señora Kramer se miran y conversan. ¿Se reconciliarán? Ambos entran en el ascensor para subir al piso en el que convivieron, y the end. Un espectador protesta por este final abierto, dice “no hay derecho a que te dejen sin saber cómo termina” y pide que le devuelvan el dinero de la entrada.

11.9.09

Armas blancas

Va de caseta en caseta pidiendo libros. “Libros que puedan ustedes donarme”, dice. “Es para un arma de instrucción masiva”.

Es la feria del libro y los que estamos a su alrededor lo miramos con curiosidad. Camina balanceándose, casi bailando, como si al eje de su cuerpo se le hubiera aflojado una pieza.

Estoy fabricando un arma de instrucción masiva”, le oigo decir. “Conseguí un viejo carro de combate y voy a llenarlo de libros”.

Al cabo de un rato veo un extraño vehículo estacionado junto a la feria. Es una especie de “jeep” grande y de color verde olivo: algo así como un camión pero con la cabina formada sólo por varillas. El parabrisas es un pequeño rectángulo de vidrio sostenido por dos de esas varillas. Y eso es todo el chasis.

Sobre las ruedas hay una plataforma con varias hileras de libros (con el lomo hacia fuera), una sobre otra. Y en vez de faros, lleva siluetas de libros.

Al ver el camión me doy cuenta de que eso es el arma de instrucción masiva.

El hombre se acerca ahora al camión para dejar más libros. Ha conseguido que le donen varios títulos. Algunas personas compran ejemplares y se los regalan. Él los va colocando en la trasera del camión. No falta gente haciéndose fotos a su lado.

Yo mismo contribuyo con una edición barata de “Demian”, de Hermann Hesse. Un proyectil muy peligroso.

No sé dónde pensará usar su carro de combate, pero se me ocurren varios objetivos estratégicos: la casa de “Gran hermano”, alguna tertulia de cotilleo, una cancha de boxeo, una plaza de toros...

Lo malo es que, nada más marcharse con el camión, empieza a llover. Entonces me asalta un temor: que se estropee su armamento, que la pólvora de papel se le moje.

10.9.09

Tanta riña fútil

Hubo disputas por casi todo: Porque tu hermano te cogía la ropa. Porque tu hermano no quería que le cogieras su ropa. Porque cuando le pedías su ropa, él te recordaba que antes no le habías dejado la tuya. Porque te reprochó que le reprocharas...

Pero ahora, cuando se palpa la tensión por el análisis de tu hermano (¿será un tumor?; y si lo es ¿será benigno?), todo se desvanece.

“Que no sea”, “que no sea”, repites para ti, abochornado por tanta riña fútil.

Al día siguiente deduces, por el habla distendida de tus padres, que lo peor se ha excluido. No hacía falta, pero te lo confirman. Y de pronto todos los objetos, los muebles, el techo, las paredes... se encienden, como si alguien hubiera instalado una bombilla dentro.

9.9.09

Nosotros

…esa isla desierta
que somos cada uno de nosotros,
rodeada de nosotros por todas partes,
de manera que no hay manera de llegar
(MUÑOZ ROJAS)



Nosotros la quiero.

Nosotros la detesto.

Nosotros siento amistad, pero ya no amor.

Nosotros deseo dejarla.

Nosotros quiero seguir con ella.

En ocasiones nosotros siento que me asfixia.

Nosotros de pronto la echo de menos.

Un día nosotros (o sea, yoes) deberíamos reunirnos, cambiar impresiones y hacer, en fin, una votación.

El problema es que nunca nos presentamos a la vez.

8.9.09

Bienvenido al club

Un pintor que visita el museo en que se exhiben sus propios cuadros y, aprovechando una distracción del vigilante, saca un pincel y retoca sus pinturas.

Otro pintor que se esmera copiando jarrones o frutas, y cuya hija pequeña, al entrar en el estudio, pregunta:
-¿Para qué quieres dos cosas iguales?

El experto capitán de un barco que, mientras importe órdenes, sostiene un papel para no olvidar que “babor, izquierda; estribor, derecha”.

Un griego que se mete en la bañera y, al ver que el agua rebosa, corre gritando:
-¡Lo encontré!, ¡lo encontré!

Un aviador que sufre una avería en el Sahara y al que, de pronto, un niño le pide:
-Dibújame un cordero.

Una mujer pobre que gasta todo su dinero en comprar perfume para ungir a un hombre puro.

El padre que, encerrado en un campo de exterminio junto a su hijo, hace que éste crea que nada es de verdad, que todo es un juego.

Una maestra de música que, tras oír a un pájaro trinar en el alféizar, dice a sus alumnos: -La clase de hoy ha terminado.

Un hombre que cada 9 de noviembre (como siempre, sin tarjeta) envía a su mujer un ramo de flores.

Una niña que ve a su padre desplomarse por un rayo, y enseguida un trueno: el trueno que no cesa. Me lo contó años después.

Un hombre al que juzgan por homicidio y, cuando le preguntan por qué lo hizo, responde “milana bonita”.

Personas o personajes. Reales o ficticios. Qué más da.

7.9.09

Otra versión

Tras expulsarlo del paraíso, dijo Yahvéh al hombre:

-Porque comiste del árbol del que te prohibí coger diciéndote “no comas de él”, maldita será la tierra por tu causa. Con trabajo sacarás de ella el alimento todos los días de tu vida. Espinas y cardos producirá, y la hierba del campo tomarás. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que retornes a la tierra, pues de ella fuiste tomado.

El hombre dijo:

-En esas condiciones, prefiero ser devuelto a la nada, como antes de crearme.

Yahvéh se apiadó:

-Para que tu existir no sea tan mezquino, te daré la imaginación. Es un trasunto de mi fuerza. Podrás fabular, soñar, idear fantasías. Contarlas o escribirlas.

-¿Y en qué consiste eso?

Yahvéh lo explicó someramente.

Y el hombre, con un resto de esperanza y un insospechado impulso, empezó a escribir unos libros, o sea, biblia.

4.9.09

Porque no

-Sería fantástico. En todos los colegios del mundo se enseñaría la lengua universal. Se aprendería esperanto desde la infancia.

-¿Y eso para qué?

-Para que todos los humanos podamos comunicarnos. Del polo norte al polo sur, la gente sabría el mismo idioma.

-¿Y las lenguas maternas qué: se extinguirían?

-No, seguirían hablándose como ahora. El esperanto es sólo para comunicarse con personas de otros países.

-Pero las literaturas nacionales se resentirían.

-En absoluto. Cada autor seguiría escribiendo en su propia lengua o dialecto. El esperanto se pensó para favorecer la comunicación, no con una finalidad artística.

-¿Y por qué el esperanto y no otro idioma común? El nuestro, por ejemplo.

-Por facilidad. Nuestro idioma es difícil de aprender. Tiene verbos irregulares, y el esperanto no. Tiene conjugaciones, y el esperanto no. En esperanto no hay excepciones ni vocales oscuras. Su sintaxis es lógica, simple, y tiene reglas fijas.

-Pero la gente que enseña nuestra lengua podría perder su trabajo.

-Siendo profesores, les será sencillo aprender esperanto. Podrían dedicarse a enseñarlo.

-De todas formas, no veo las ventajas.

-¿Te parece poco entendernos todos los habitantes del planeta? Viajar sin barreras lingüísticas. Derribar la torre de Babel. Favorecer las comunicaciones, el intercambio y… la paz.

-Pues sigo sin verlo claro.

-¿Por qué?

-Porque no, porque no y porque no.

3.9.09

Verano del 72

las claras tardes de estío
en que yo aprendí a soñar
(ANTONIO MACHADO)


Miedo al aburrimiento, a la mañana vacía y a las calles abrasadas. Pero es distinto si sube en la bici de su hermano. Hay que sentarse detrás de él, en unos barrotes que se hincan en el culo. Entonces la mañana se le hace corta. El viento le da en la cara mientras bajan a La Yedra. Árboles y zarzas a los lados. En otra bici va Lucas, van a la piscina (el padre de Lucas tiene allí un bar). Después, al volver, Agustín se alza sobre los pedales, jadea y suda. No le pedirá que se baje. Al final de la cuesta, la fábrica de piensos. Lo ha conseguido: Baeza otra vez.

En el siguiente verano sabe montar en bicicleta. Ya no necesita que su hermano le lleve. Pero el tedio amenaza el resto del día. No hay nadie con quien jugar. Pedrito está con sus tíos. Los otros van al campo con sus padres, ayudan, se entretienen.

Por fin un verano llegan unos amigos. Vivían, sin él saberlo, en los estantes. Tienen nombres raros: Nemo, Robinson Crusoe… Algunos (Phileas Fogg, Sawyer, Huckleberry) no sabe pronunciarlos. Son gente de otro mundo que viene a rescatarle.

Es verdad que después surgieron otros temores, pero aquel verano perdió el miedo a no volar.

2.9.09

Y tú cómo te llamas

El amante de las palabras va a la ferretería para comprar tuercas y arandelas. Al pasar por la sección de pinturas se queda mirando las latas. Hay cientos, y todas llevan adherida una pegatina con el color de la pintura y su nombre. Se para a examinarlas y lee:

Blanco mármol. Blanco mate. Blanco satén. Crema. Marfil…

Verde olivo. Verde laguna. Verde manzana. Cetrino…

Azul cobalto. Azul cárdeno. Azul pastel. Índigo…

Gris plata. Gris niebla. Gris ceniza. Gris acero…

Marrón cuero. Marrón tabaco. Marrón mostaza. Vainilla…

Rojo escarlata. Rojo cereza. Rojo teja. Carmesí. Bermellón. Burdeos…

Sepia. Granate. Magenta. Púrpura…


Está más de una hora leyendo los envases. Pide prestado un bolígrafo y anota aquellos nombres. Llena varias cuartillas. Las guarda en el bolsillo.

Seguramente ya había visto esos colores pero, sin palabrarlos, no los captó del todo. Estuvieron en su retina pero no en su conciencia.

Intenta memorizar cómo son el gris acero, el azul cárdeno, el sepia, el bermellón…, mientras se pregunta “¿qué es un color sin la palabra que lo nombra?”.

Al final, casi se olvida de comprar tuercas y arandelas.

Sale de la ferretería con las arandelas y tuercas, pero sobre todo se lleva un inesperado botín. Un bolsillo lleno de palabras.

1.9.09

Hasta más ver

Mi amigo Diego murió hace tres años. Sin embargo, esta tarde me lo he encontrado en una calle de Edimburgo. He tenido que venir a Escocia por motivos de trabajo, y al salir de una reunión me he topado con él. "¡Diego!", he dicho, y él no se ha dado por aludido. He repetido su nombre y entonces me ha mirado con extrañeza. Me ha costado trabajo explicarme, no sólo porque mi inglés no es bueno sino sobre todo porque cuanto más miraba a aquel hombre más me ha parecido mi amigo.

"Perdone" (he intentado excusarme), "me he confundido. Es usted igual que un amigo mío".

"No tiene importancia. Me llamo Larry", ha dicho él. Y me he dado cuenta de que también su timbre de voz es idéntico al de Diego. Tras lo cual me ha preguntado (sin duda a raíz de oír mi acento) "¿es usted italiano?".

"No, español", he respondido.

El caso es que me he atrevido a invitarle a un té, que finalmente han sido un té y varias copas. Nos hemos contado nuestras respectivas vidas y, aunque la suya no tiene mucha similitud con la de mi amigo, por momentos he tenido la sensación de estar hablando con Diego.

Le he explicado también cómo era mi amigo. "Físicamente era igual que tú" (lo bueno del idioma inglés es que no distingue entre tú y usted, así que en ningún momento hemos tenido que cambiar de pronombre). "El parecido es asombroso, incluso el pelo y los lunares. En lo demás Diego era alegre, apasionado, chispeante... Recuerdo la última noche que estuvimos juntos. Salimos a cenar, bromeamos y al final nos despedimos como siempre: `Hasta luego, Diego´, dije yo. Y él contestó `Hasta más ver, Rafael´. En español riman. Al día siguiente Diego murió de un infarto".

Después Larry y yo hemos hablado de fútbol, de música, de cine (Larry escribe críticas de cine en un periódico)...

Nos hemos dicho adiós con un apretón de manos. Aunque hemos anotado los teléfonos, no tengo previsto regresar a Edimburgo, así que probablemente no volveremos a vernos.

Mientras me he girado para encaminarme al hotel he pensado, para mis adentros, "Hasta luego, Diego". Y en ese momento Larry, como si me hubiera oído, me ha tocado en la espalda y ha dicho "Hasta más ver, Rafael".