21.4.08

Sin despedirme

Soñé que estaba en un bar. Aparte del camarero y de mí, sólo había un hombre mayor. No nos conocíamos de nada, pero me habló:

-Permita que le invite. Hoy es mi primer día de jubilación.

Entonces empezó a contarme su historia.

-Mi vida ha sido dura. De pequeño no fui a la escuela. Tenía que ayudar a mi padre en el trabajo. Iba con él a los ríos y arroyos, en un carro tirado por mulos, a coger la arena de los bordes. Después de cargarla y limpiarla de guijarros, recorríamos las obras vendiendo la arena como material de construcción.

También me relató que más tarde trabajó de mecánico.

-Un día, sin venir a cuento, el dueño del taller me despidió. Esa noche, con la preocupación, me dio un infarto y estuve a punto de morir. Pero me repuse. Unos meses después abrí mi propio taller y acabé obligando a quien me había echado a trasladar su negocio.

La suya no era una historia particularmente interesante, pero me gustaba oírla. (En general, me gusta que la gente me cuente sus vivencias.) Me sentía bien en aquel sitio y con aquella compañía.

Sin embargo -indiferente a mis gustos- el despertador sonó.

Con su riiiiiiiing se borró todo: el bar, el camarero, el hombre que me contaba su vida…

Dentro de mi sueño yo sabía que probablemente no vería más a aquel hombre. Pero me dolió irme de allí de esa manera, sin despedirme de él y ni siquiera agradecer su invitación.

18.4.08

Advertencia

En la portada el autor hizo imprimir: "Los lectores de este libro están autorizados a arrancar, sin contemplaciones ni miramientos ni misericordia, las hoja(rasca)s que seguramente le sobran".

11.4.08

Creadora

Cuando le operaron de apendicitis, el hombre de letras tuvo que compartir habitación de hospital con otro enfermo. Era un anciano desahuciado, del que no se separaba nunca su mujer.

Al entrar el anciano en fase terminal, los enfermeros desplegaron una cortina para preservar mínimamente la intimidad del moribundo y evitar al otro paciente la visión de su agonía.

Entonces, desde su cama, el hombre de letras oyó a la mujer del anciano decir:

-Me agarro de tus manos para ir donde tú vayas.

-No te pierdo. No te pierdo. No se pierde nunca a quien se quiere.

Y el hombre de letras se apresuró a anotar esas palabras: frases poéticas cazadas al vuelo, sublimes poemas de aquella mujer que, poco antes, le había referido ser analfabeta.

3.4.08

Trofeo

Vencedor en la carrera evolutiva. Genio de la estrategia, que elegiste el mejor camino. Mientras otros se afanaban en generar garras, venenos, alas, colmillos..., tú elegiste extender tu cerebro. ¿Qué necesidad tenías de garras, conchas, colmillos pronunciados..., si con la inteligencia y la astucia podías suplir todo eso? Lo entendiste bien y optaste por la vía más exitosa. Ahora dominas el mundo. Así que aquí tienes, rey de la tierra, tu trofeo. Para ti es, en justo reconocimiento a tu triunfo, esta corona de dolor.

1.4.08

Tareas

Y luego cada uno se marchó a su tarea: -Yo voy a nievear -dijo el Blanco- ¿Qué vais a hacer vosotros?

-Sangrear, dijo el Rojo.

-Limonar, dijo el Amarillo.

-Arbolar, dijo el Verde.

-Nubear, dijo el Gris.

El último en hablar fue el Naranja: -Pues yo voy a zanahoriar.

Y todos se echaron a reír: -¡ Zanahoriar: hala, qué palabra más rara !